La transpiración del heno tras la cosecha es un paso importante para mejorar la calidad y la conservación del forraje.
Cuando se cosecha el heno, normalmente contiene una cierta cantidad de humedad residual, que suele oscilar entre el 14 y el 18%. La transpiración reduce la humedad residual del heno, lo que disminuye el riesgo de formación de moho y putrefacción.
El proceso de transpiración también permite eliminar el exceso de calor del heno. Esto se debe a que existe una fuerte actividad microbiológica en el periodo posterior a la inserción. Esto aumenta la digestibilidad del alimento para los caballos, por lo que se trata básicamente de un proceso positivo.
Además, muchas toxinas vegetales se descomponen al mismo tiempo, por ejemplo las de los ranúnculos o los endófitos de las gramíneas.
Sin embargo, el metabolismo de estos ayudantes bacterianos también genera mucho calor, lo que puede incluso hacer que el heno se encienda por sí solo y arda todo el establo.
Sin embargo, no sólo el riesgo de combustión espontánea hace que el almacenamiento correcto del heno fresco sea tan importante. Si el heno está demasiado caliente, el azúcar contenido en las plantas puede caramelizarse, dando lugar a un color parduzco y un sabor ligeramente amargo en el pienso. Muchos caballos desdeñan este tipo de pienso, aunque a nuestro olfato huela agradablemente a caramelo.
Por desgracia, las bacterias también producen amoniaco durante este proceso, que puede ser perjudicial para las vías respiratorias del caballo. Esta es otra razón por la que no se debe alimentar al heno en esta fase y por la que se debe tener cuidado para garantizar una buena aireación durante esta fase de almacenamiento.
Los caballos que comen heno sin condimentar corren el riesgo de sufrir cólicos y laminitis.
Es importante tener en cuenta que el proceso de transpiración lleva tiempo y requiere condiciones especiales de almacenamiento. El heno debe almacenarse en una superficie aireada (los europalés son adecuados) en un granero o cobertizo bien ventilado, de forma que sea posible una buena circulación del aire.
Por lo tanto, las balas no deben apilarse muy juntas, sino con suficiente espacio entre ellas.
El periodo de transpiración varía en función de las condiciones meteorológicas y del tipo de heno, pero normalmente dura entre 6 y 12 semanas. Especialmente si tienes muchas gramíneas con alto contenido en azúcar en el terreno, deberías esperar 12 semanas, ya que las toxinas endofíticas tardan relativamente mucho tiempo en descomponerse.
Transpire el heno correctamente y produzca heno de buena calidad:
Para transpirar el heno correctamente y garantizar así su buena calidad, deben seguirse los siguientes pasos:
1. Época de cosecha: El heno debe cosecharse en tiempo seco, cuando el contenido de humedad del aire y del suelo es bajo. Los tallos deben romperse durante la prueba de doblado.
2. Preparación: El heno debe secarse hasta alcanzar un contenido de humedad óptimo de alrededor del 14-18% antes de su almacenamiento. Para ello, primero debe secarse en el campo y voltearse para garantizar un secado uniforme.
3. Lugar de almacenamiento: para que el heno transpire, es necesario un almacén bien ventilado que lo proteja de la lluvia y la humedad. Un granero o un cobertizo son muy adecuados. La habitación no debe estar completamente cerrada, por lo que los graneros clásicos tienen rendijas en las paredes.
4. Tamaño de apilamiento: Las pacas deben apilarse de forma holgada, con espacios entre ellas y no demasiado altas, para que el aire pueda circular bien por todas partes y el calor pueda subir a la parte superior. Cuanto mayor sea el contenido de humedad residual, más suelto deberá ser el apilamiento. Después de sudar, puede apilarse más apretada y más alta para dejar espacio a más pacas.
Si las pacas redondas reciben un chaparrón después de la cosecha, hay que dejar que se sequen antes de apilarlas para evitar la aparición de moho. Pueden colocarse en palés delante del granero al sol del mediodía: la luz ultravioleta reduce la germinación y el calor seca rápidamente las capas superiores.
5. Cobertura: Si el heno debe almacenarse bajo vellón, también debe apilarse suelto al principio y no cubrirse completamente por los lados para que sea posible la ventilación.
6. Vigilancia: El heno sudorífero debe vigilarse periódicamente para detectar en una fase temprana el sobrecalentamiento, la formación de moho, los olores extraños o la decoloración y poder tomar contramedidas. Incluso el almacenamiento más cuidadoso nunca evitará por completo que algo salga mal al sudar la gota gorda.
Lo ideal es controlar regularmente el heno con un medidor de humedad: lo deseable son valores en torno al 15 %. Un termómetro de heno forma parte del sistema de control de la temperatura. Si se miden temperaturas de 50 – 55°C en las primeras semanas tras la cosecha, puede suponerse que el proceso de transpiración se desarrolla con normalidad. Si se alcanzan temperaturas de 65°C, existe un grave riesgo de combustión espontánea y las balas deben separarse para que puedan enfriarse. Si la temperatura se mantiene por debajo de 40°C, los procesos microbiológicos se detienen.
Conclusión:
Sudar durante 6-12 semanas forma parte del proceso de conservación del heno. La digestibilidad aumenta, las toxinas vegetales se descomponen en gran medida y el amoníaco puede escapar. En ningún caso debe alimentarse durante este tiempo. De lo contrario, existe el riesgo de cólicos y laminitis.
Si lo hace bien, conseguirá que el heno transpire bien, eliminará cualquier resto de humedad y mejorará la calidad y la vida útil del heno. El heno seco y bien transpirado es más fácil de almacenar, pierde menos valor alimentario y conserva su olor aromático para que los caballos lo coman con gusto.
Autor invitado: Helmut Muss (Los pastos sanos para caballos)
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