No sólo los humanos tenemos dificultades con los crecientes cambios meteorológicos, sino también la naturaleza y, por lo tanto nuestros caballos.
Los «veranos eternos», con periodos de más de 30°C durante semanas y a veces meses sin ningun precipitaciones, pertenecen desde hace tiempo a la normalidad. Entre medias, de repente llega un verano demasiado frío y con demasiadas lluvias, por lo que tiritas de frio en lugar de sudar.
Lo mismo puede decirse de los inviernos, o bien inexistentes por completo, lo que no deja de ser la razón por la que también aumentan las enfermedades mediterráneas, ya que los insectos son los huéspedes intermediarios de los patógenos, los cuales se están convirtiendo en autóctonos gracias a la falta de bajas temperaturas. Cuando nieva en invierno, lo hace tanto que los tejados de las casas y los árboles se derrumban bajo la pesada carga.
La regulación de la temperatura en los caballos
Uno de los hábitos favoritos de los seres humanos es quejarse del tiempo. Pero siempre encontramos un remedio sencillo, si hace frío, subimos la calefacción o nos ponemos una chaqueta más gruesa, si hace demasiado calor, encendemos el aire acondicionado o vamos a la playa a refrescarnos.
Para nuestros caballos es un poco diferente,
por supuesto, tienen un rango de temperatura muy amplio en el que se sienten cómodos y otro aún mucho más amplio en el que aún pueden compensar fácilmente la temperatura.
De eso se encarga el sistema hormonal, porque entre otras cosas controla todo lo que ocurre con la energía disponible en el organismo.
Así, cada año, con muda de pelo otoñal, el metabolismo pasa al «modo invierno» y se libera más energía en forma de calor, de modo que el caballo prácticamente se calienta de dentro a fuera. Por eso los caballos tienden a tener menos actividad en invierno, prefieriendo quedarse a sotavento, masticando heno, y conviertendo la energía que absorben en calor en lugar de en movimiento. Con el cambio de pelaje primaveral, esta calefacción interior pasa de nuevo al «modo verano». Producen menos calor, pero pueden generar enfriamiento evaporativo mediante la producción de sudor en la piel para enfriar su cuerpo, igual que nos gusta ducharnos en un caluroso día de verano y dejar que el agua se evapore sobre la piel en lugar de secarnos, lo que resulta agradablemente refrescante.
¿Hasta qué punto suponen las condiciones meterológicas cambiates un reto para los caballos?
Por ello, los caballos soportan bien estas cambios naturales de temperatura, ya que su sistema hormonal se adapta siempre a las condiciones de las estaciones mediante la muda de pelo. Sin embargo, el tiempo da cada vez más altibajos inesperados. Hay años en los que el invierno se alarga eternamente con pésimas temperaturas frías hasta principios de verano, la calefacción interior ya está en modo verano y el abrigo de invierno hace tiempo que se ha desprendido. En consecuencia, los caballos empiezan a coger frio, el resultado son resfriados que siguen rondando los establos en mayo o junio y frecuentes visitas al osteópata o al fisioterapeuta porque el querido está muy rígido, consecuencia del enfriamiento de los músculos. Por el contrario, hay veranos en los que ayer hacía 35 °C y estabas contento con cada trocito de sombra, luego hay una bajada de temperaturas y repetinamente hace 20 grados menos. Los caballos que ayer sudaban ahora tiritan porque el sistema hormonal no reacciona con la misma rapidez a los cambios ambientales.
¿Cómo puedo ayudar a mi caballo cuando hay inclemencias meterológicas?
Frío repentino
En primer lugar, los caballos muestran signos de que tienen demasiado frío.
Realmente no quieren moverse, intentan quedarse en el recobijo o en el establo, tienen «fases de calentamiento» eternamente largas al principio de la clase de equitación y tienen una expresión facial extremadamente infeliz y «amargada». Suelen sentirse especialmente mal cuando el frío se ve agravado por la lluvia y/o el viento,
los músculos se sienten rígidos, como si todos estuvieran «contraído». Para entender lo que ocurre aquí con el caballo, basta con pensar en lo que haríamos nosotros cuando tenemos frío, subimos los hombros, curvamos los brazos y el torso, nos hacemos lo más pequeños posible e intentamos refugiarnos del viento y la lluvia detrás de muros o arbustos, en edificios o bajo los árboles. Probablemente todo el mundo tenga claro que no te apetece salir a correr por parado. Si notas que tu caballo tiene problemas con las bajas temperaturas, puedes utilizar una manta durante unos días. No tiene por qué ser la manta térmica ultragruesa de cientos de centimetros de grosor, normalmente basta con una simple manta de lluvia o una manta ligera acolchada impermeable, que proteja al caballo de la humedad y el viento y garantice la formación de un colchón de aire en el pelaje, que aísle al caballo del frío proveniente del exterior. En cuanto pase la fase de mal tiempo, puedes volver a guardar la manta en el armario.
Calor repentino
Por supuesto, la temperatura también puede dispararse inesperadamente, esto es especialmente difícil cuando ha hecho frío durante varios días o semanas, y de repente el sol vuelve a brillar con 30 °C. Ahí es donde empeiza a fallar el sistema circulatorio de muchos caballos, porque en realidad ya estaban en proceso de encender la calefacción. Si el tiempo calienta de repente, puede provocar un llamado cólico circulatorio, suelen manifestarse por la apatía de los caballos, su deseo de tumbarse (a menudo sin revolcarse) y la prolongación del tiempo de relleno capilar. Puede medirlo levantando el labio lateralmente y presionando la encía con el dedo durante unos 3 segundos, si se retira el dedo, queda una mancha clara que suele volver a rosarse en un segundo, si tarda más tiempo, entonces hablamos de un tiempo de rellenado capilar prolongado. Si no lo tiene claro, pruébelo con caballos sanos y en forma, pudiendo comparar así los tiempos. Se diferencia relativamente rápido lo que es «normal» y lo que es «prolongado».

Por supuesto, en caso de cólico circulatorio se aplica lo mismo que en cualquier caso de cólico, avisar inmediatamente al veterinario.
Mientras esperas la llegada del mismo, ya puedes apoyar la circulación con un poco de cafeína, para ello, frote un poco de café soluble (no descafeinado, por supuesto) sobre la mucosa bucal. La cafeína penetra en las membranas mucosas, por lo que puede entrar en la sangre directamente en la boca, haciendo de efecto de bomba cardiaca. Es importante no esperar demasiado antes de llamar al veterinario y tomar medidas inmediatas, ya que de lo contrario el peristaltismo intestinal también se paralizará y,produciendose también problemas completamente nuevos. Por lo tanto, como en cualquier cólico, es mejor actuar con rapidez y llamar al veterinario una vez de más que tener que sacrificar al caballo por uno «oh, no será tan grave».
Evitar absolutamente Cambios bruscos de alimentación
Lo que no es sensato con tales cambios climáticos es la siempre popular alimentación con papilla.
Al contrario, representa un cambio brusco de alimentación que somete al aparato digestivo y al metabolismo a un esfuerzo extremo. La papilla ni calienta al caballo desde dentro (el mayor calentador interno es y sigue siendo el intestino grueso con su fermentación microbiana del heno), ni garantiza que el lento peristaltismo funcione mejor cuando el caballo tiene realmente problemas de circulación.
Si tiene un caballo que no tolera bien estos cambios climáticos, además de una dieta adecuada a su especie y una vida libre de estrés, debe reforzar regularmente su sistema cardiovascular. Especialmente en otoño y primavera, cuando se producen los cambios climáticos más bruscos, se puede reforzar el músculo cardíaco administrando L-carnitina como tratamiento temporal. La naturaleza también ofrece algunos grandes ayudantes, por ejemplo el espino blanco (Crataegus). No sólo se puede dar como hierba disecada en forma de ciclo, sino que también se puede plantar muy bien a lo largo de la valla fuera del prado o del sendero. A los caballos les gusta mordisquear todo lo que sobresale por encima de la valla y obteniendolo por sí mismo según sus necesidades, lo que la naturaleza les da en forma de salud.
Hoy se sabe lo importantes que son una flora intestinal sana y diversa y un valor de pH neutro estable en el intestino grueso para prevenir muchas enfermedades, desde la laminitis hasta el eczema de verano. Por lo tanto, deben evitarse los cambios unilaterales del microbioma intestinal grueso por este tipo de alimentación.
Conclusión
Los crecientes cambios meteorológicos no sólo afectan a los humanos, sino también a los caballos y a su salud. La adaptabilidad del sistema hormonal mediante la muda de pelo permite a los caballos hacer frente a los camios de temperatura. No obstante, las condiciones meteorológicas extremas inesperadas, como las olas de frío en verano o el calor repentino después de épocas de frío, pueden plantear grandes retos y provocar problemas de salud. Para ayudar a los caballos en estas situaciones, es aconsejable una observación atenta, una protección adecuada, una alimentación correcta y apoyo veterinario, si fuese necesario.
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