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Mucha gente da por sentado secar el pan duro y dárselo a su caballo como un capricho especial. ¿Qué hay de malo en ello? Al querido de cuatro patas le gusta mucho.

Desde el punto de vista nutricional, el pan es un alimento muy procesado

Hace tiempo que dejó de consistir únicamente en harina, levadura, sal y agua. En las modernas fábricas de producción se utiliza una gran variedad de aditivos para garantizar que el pan pueda producirse de forma ampliamente automática y rentable.

Hay unos 200 aditivos autorizados para la producción de pan, de los cuales hasta 20 se utilizan en la masa: Los acidulantes se utilizan para que el pan se conserve más tiempo, el azúcar couleur o el extracto de malta le dan un color «integral» oscuro. El suero en polvo, un producto de desecho de la industria láctea, hace que la corteza tenga un aspecto bonito y marrón. Todo esto para que nos parezca apetitoso.
También hay aditivos para el proceso de producción: las enzimas permiten reducir el tiempo de fermentación de la masa de levadura de 24 a 2 horas. La cisteína facilita el amasado y evita que la masa se pegue al gancho amasador. Se obtiene a partir de cerdas de cerdo o plumas de ave.

Según la legislación alimentaria, la mayoría de estos aditivos no tienen que declararse, así que no tienes ni idea de qué cosas tan poco apetecibles esconde el pan.

E incluso si hornea su propio pan y evita tales aditivos: El pan suele estar compuesto de harina de trigo, posiblemente con una proporción de harina de centeno.

Ambos tipos de cereales contienen gluten, difícil de digerir para los caballos y que puede provocar trastornos digestivos. El almidón de trigo también es difícil de digerir para los caballos y favorece la gelatinización y la inflamación del tubo digestivo, así como la laminitis.
Por ello, hace más de 100 años, la literatura especializada desaconsejaba alimentar a los caballos con estos cereales.

Además, existe el problema del almidón en general en la dieta del caballo, que naturalmente también es el componente principal del pan.
Las investigaciones actuales demuestran que es urgente evitar el almidón en los piensos. Se digiere en el intestino delgado y entra en el metabolismo en forma de azúcar en la sangre. Este azúcar debe descomponerse mediante el trabajo, de lo contrario se almacena, lo que puede provocar problemas metabólicos y obesidad.
El creciente número de caballos con SME, resistencia a la insulina, laminitis, PSSM o síntomas de Cushing también está relacionado con la alimentación con piensos que contienen azúcar y almidón.

En definitiva, el pan -fresco o seco- no es adecuado para alimentar a los caballos debido a sus ingredientes.