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A todos nos ha pasado: el caballo cojea y nadie sabe por qué. Los buenos consejos suelen ser caros, porque antes de empezar la terapia hay que diagnosticar el problema. Se plantea entonces la cuestión de qué procedimiento puede utilizarse para ayudar al caballo o qué tipo de diagnóstico está indicado.

as opciones son variadas, pero no siempre muy favorables. Si es necesaria la anestesia, el diagnóstico no siempre está exento de riesgos para el caballo. Para poder tomar una decisión sensata sobre qué procedimientos llevar a cabo o no, es útil que los propietarios de caballos puedan evaluar el valor diagnóstico de cada uno de los métodos y su rango de precios. Daríamos cualquier cosa por nuestra mascota, pero si te gastas miles de euros en un procedimiento que al final no te ayuda a encontrar la causa, haces bien en enfadarte.

He aquí un resumen de los métodos de diagnóstico utilizados actualmente. No todos los veterinarios los ofrecen. Para algunos, se necesita un especialista que disponga del equipo y la experiencia de interpretación. Otras sólo pueden realizarse en clínicas especializadas, lo que implica el transporte del caballo y posiblemente una estancia en la clínica como factores de coste.

Rayos X y ultrasonidos: la solución móvil para una mirada rápida

Radiografía de las extremidades delanteras de un caballo
Las pruebas en el establo pueden minimizar el estrés y los costes. © Adobe Stock/antoine-photographe

Los métodos más habituales son la radiografía y la ecografía o sonografía. El veterinario suele llevar un equipo móvil para tratar de identificar la causa de la cojera o la inflamación. Estos pequeños aparatos no suelen ser tan potentes como los aparatos fijos de una clínica veterinaria, pero el examen puede realizarse en su propio establo, lo que minimiza el estrés y los costes para el caballo y el propietario.

Durante una radiografía, la radiación radiactiva es enviada a través del cuerpo y absorbida de forma diferente por tejidos, huesos y órganos. A continuación, la radiación residual incide en una película radiográfica opuesta, que queda expuesta en diversos grados. El resultado es una imagen bidimensional en blanco y negro de la parte del cuerpo examinada. Los huesos absorben mucha más radiación que los tejidos blandos (cartílagos, tendones, ligamentos, músculos, etc.). Mientras que estas últimas sólo pueden verse como contornos en la imagen radiográfica, las estructuras óseas pueden visualizarse con gran detalle. Por lo tanto, las radiografías suelen utilizarse para examinar los huesos de los caballos. Se trata de fracturas (roturas), fisuras (fracturas capilares), alteraciones de la densidad (por ejemplo, del hueso navicular en caso de inflamación del rollo del casco o de quistes óseos subcondrales) y de la posición (por ejemplo, del hueso del ataúd tras una laminitis o de fragmentos que se han desprendido tras fracturas).

En la ecografía, también conocida como sonografía, se envían ondas sonoras dirigidas a través del tejido que se va a examinar en lugar de rayos X. Estos se reflejan de forma diferente en los distintos tejidos debido a su diferente contenido en agua y la sonda de ultrasonidos vuelve a captar el reflejo y lo muestra como una imagen en blanco y negro. Esto permite, por ejemplo, reconocer daños en los tendones o cicatrices en los tejidos. El veterinario ambulante utilizará los ultrasonidos principalmente para las lesiones de tendones y ligamentos y para los exámenes ginecológicos. Con aparatos grandes, como los que hay en algunos hospitales, es posible incluso ver órganos internos como los pulmones o el corazón. Así pues, si necesita una ecografía cardiaca para un caballo de deporte, tiene que llevarlo a una clínica especializada.

Por ello, los ultrasonidos y las radiografías suelen ser realizados en el establo por un veterinario ambulante que lleva consigo el equipo adecuado. Las radiografías se utilizan en caso de sospecha de lesiones óseas, y los ultrasonidos en caso de sospecha de lesiones de tejidos blandos. Los costes varían (en función del número de imágenes, el grado de dificultad de la interpretación y otros factores), pero suelen ser asumibles, por lo que estos exámenes también pueden realizarse por sospecha si la anamnesis normal no ofrece un resultado claro.

Las radiografías se utilizan en caso de sospecha de lesiones óseas, y los ultrasonidos en caso de sospecha de lesiones de tejidos blandos. © Adobe Stock/Terri Cage

Tomografía computarizada (TC): la radiografía en 3D

Si el examen radiográfico no proporciona un diagnóstico claro, aunque exista una fuerte sospecha de daño óseo, es posible examinar al caballo mediante tomografía computerizada. En principio, es similar a los rayos X, ya que éstos también se envían a través del tejido que se desea examinar. Sin embargo, a diferencia de los rayos X, el resultado no es bidimensional. El TAC consiste en tomar varias imágenes en distintos planos, que luego se combinan en el ordenador para crear una imagen tridimensional. Esto permite una visualización e interpretación mucho más precisas de las estructuras investigadas.

En los caballos, este método sólo es posible actualmente para las patas y la zona de la cabeza/cuello; no existen (todavía) tomografías computerizadas lo suficientemente grandes como para examinar un caballo completo. El examen puede realizarse de pie o tumbado. No es necesaria una sedación profunda cuando se está de pie, sólo una sedación ligera, como la que también se utiliza para el tratamiento dental. La tomografía computarizada siempre es necesaria si la radiografía convencional no proporciona un diagnóstico claro, por ejemplo, en el caso de pequeñas fisuras en el hueso que no pueden verse en la radiografía convencional. Una fisura pasada por alto puede convertirse en fractura con más esfuerzo y, dependiendo de su localización, puede que entonces ya no sea posible tratarla. El inconveniente de la tomografía computerizada es el transporte necesario a una clínica, la sedación y los costes nada desdeñables, ya que hay que calcular unos 800 euros por el examen.

Resonancia magnética (RM): la prueba de referencia

Si ni el TAC ni la ecografía detectan nada, también existe la opción de someterse a una RM (resonancia magnética o tomografía por resonancia magnética). Una vez más, sólo es posible observar las patas y la zona de la cabeza/cuello, porque no existen máquinas de resonancia magnética lo suficientemente grandes para un caballo completo (todavía). Qué zonas del caballo pueden examinarse y si el caballo se examina en posición de pie o tumbado depende del aparato correspondiente tanto para TC como para RM; debe aclarar de antemano con la clínica de su elección qué exámenes pueden realizar.

La IRM produce una imagen tridimensional de todos los tejidos mediante campos magnéticos y ondas de radio, lo que la convierte en una combinación de TAC y ecografía, por así decirlo. Esto permite un valor informativo realmente alto, ya que, por un lado, se incluyen todos los tejidos y, por otro, la calidad de las imágenes es excelente. Aquí pueden visualizarse casi todas las estructuras del cuerpo, es decir, tendones, huesos y el tejido circundante. Esto permite un diagnóstico preciso del tejido blando en zonas en las que varias estructuras se solapan y, por tanto, la ecografía no proporciona un resultado claro. Sin embargo, sólo muy pocas clínicas veterinarias disponen de un dispositivo de este tipo. Además, por supuesto, está el transporte a la clínica, la sedación y los costes, que suman unos 1.200 euros.

Gammagrafía – para la detección de la inflamación

La cojera no siempre puede localizarse claramente. A mucha gente le ha pasado: el caballo no corre bien, parece que le tiemblan todas las patas o la cojera va de un lado a otro y no se sabe cuál es la causa. Esto puede ocurrir si la causa del comportamiento de movimiento se encuentra en la zona del tronco o si están afectadas varias estructuras del sistema musculoesquelético. Para este tipo de problemas «difusos» en el sistema musculoesquelético, a menudo se utiliza la gammagrafía en los caballos. Mientras que la ecografía es ideal para examinar zonas tisulares concretas y delimitadas, la gammagrafía permite examinar el caballo entero para localizar las «causas del problema».

Para este método de examen, se administra a los caballos una infusión intravenosa que contiene sustancias radiactivas. Estas sustancias radiactivas se acumulan sobre todo en las partes del cuerpo afectadas por procesos inflamatorios. A continuación, se absorbe la radiación radiactiva y las zonas donde hay inflamación se hacen visibles como manchas oscuras en la imagen.

La gammagrafía se utiliza principalmente para problemas óseos, pero también pueden examinarse ligamentos, articulaciones y tendones. Porque no importa qué tejido esté inflamado: siempre hay una acumulación de radiactividad en esta zona. Para este tipo de examen también se requiere una sedación ligera, pero el examen se realiza en posición de pie, lo que reduce significativamente el riesgo en comparación con una anestesia real. Además, el caballo debe permanecer en cuarentena, es decir, en el hospital, de uno a tres días debido a la radiación de las sustancias radiactivas administradas.

Dado que la acumulación de radiactividad se explora con una cámara gamma, las acumulaciones pueden visualizarse en todo el cuerpo del caballo. Esto tiene la ventaja de que las estructuras que no pueden visualizarse con otros métodos de examen también pueden detectarse aquí. Esto puede ser especialmente útil cuando se trata de cojeras «de arriba», en las que no se sabe exactamente si proceden de la articulación sacroilíaca, la pelvis, la rodilla o la columna lumbar. El inconveniente es que, debido a la proximidad de las estructuras, a menudo no es posible realizar un diagnóstico exacto, es decir, diferenciar si en la zona está afectado el tendón, el ligamento, la cápsula articular, el músculo, el hueso o cualquier combinación de ellos. Por lo tanto, en el siguiente paso suelen ser necesarios otros diagnósticos para diferenciarlo con mayor precisión. A esto hay que añadir, por supuesto, el transporte, la hospitalización y el coste del método, que debería rondar los 800 euros.

Termografía: diagnóstico mediante radiación infrarroja

La termografía se utiliza de forma muy similar a la gammagrafía. También en este caso se escanea el cuerpo, pero sólo con una cámara termográfica para la radiación infrarroja. Mide el calor emitido por el caballo y permite detectar trastornos circulatorios, inflamaciones y estructuras sobrecargadas. Esto significa que la termografía, al igual que los rayos X o los ultrasonidos, es adecuada para una aclaración inicial del problema e incluso puede utilizarse de forma preventiva en el caso de estructuras sobrecargadas, es decir, para evitar una lesión, si las estructuras sobrecargadas se protegen de antemano.

La ventaja de la termografía sobre la gammagrafía es que no es necesario administrar sustancias radiactivas al caballo. Además, la mayoría de los termógrafos son móviles y acuden al establo para realizar el examen. Sin embargo, aquí deben darse algunas condiciones. Por ejemplo, el caballo no debe haber estado antes al sol, el lugar de registro debe estar lo más libre posible de corrientes de aire, etc., ya que de lo contrario no se pueden extraer conclusiones fiables. Tampoco en este caso es posible localizar con precisión el tejido afectado, por lo que suelen ser necesarias otras aclaraciones diagnósticas, por ejemplo mediante radiografías o ecografías. No obstante, el método permite al menos delimitar la zona del cuerpo en la que existen procesos inflamatorios que probablemente sean la causa de la cojera visible. La termografía suele ser realizada por personal no veterinario, por lo que los precios varían aún más que en el caso de los servicios veterinarios. Sin embargo, por un termógrafo debidamente formado y una termografía completa del caballo, incluida una evaluación profesional, debe contar con pagar un mínimo de 200 euros.

¿Qué, cuándo y para qué problemas?

En primer lugar, el veterinario realiza un diagnóstico clásico en el establo. © Adobe Stock/Terri Cage

Si un caballo cojea, el veterinario realizará en primer lugar el diagnóstico clásico, que consiste en observar al caballo en movimiento para acotar la zona afectada: ¿cojera izquierda, derecha, delantera, trasera, de la pata de apoyo o de la pata de apoyo? Los siguientes métodos de examen de que dispone son la adspección (mirar), la palpación (palpar) y la prueba de flexión. Si la cojera proviene del casco, también puede utilizar pinzas para cascos para palpar si está afectado el dedo (sospecha de laminitis) o la zona del navicular del casco. Cuanto más experimentado sea el veterinario, más precisa suele ser su declaración. Estos exámenes suelen dar lugar a una sospecha inicial si, por ejemplo, hay hinchazón o el caballo adopta determinadas posturas de protección o reacciona de forma sensible en una zona. En función de la localización, se decidirá el siguiente paso, es decir, ecografía o radiografía, que puede realizarse en el establo.

Si la cojera no puede asignarse claramente a una pata o si hay que suponer que la causa no está en la sección inferior (distal) de la extremidad, sino en algún lugar cercano al cuerpo (por ejemplo, la rodilla) o tal vez proceda de la columna vertebral, puede utilizarse la termografía para realizar una evaluación inicial. Je nach Ergebnis wird man dann weiter entscheiden, ob das Pferd zur weiteren El paciente debe ser examinado en una clínica para localizar la causa mediante gammagrafía, tomografía computarizada (TAC), resonancia magnética (IRM) o artroscopia (endoscopia articular).

Sólo un diagnóstico claro permite una terapia específica en el siguiente paso. Ahorrar en diagnósticos es ahorrar en el extremo equivocado. Porque el tratamiento «por sospecha» puede -si el diagnóstico es muy erróneo- causar más daños y acabar siendo más caro que si se hubiera hecho un diagnóstico adecuado desde el principio.

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