Lesedauer 5 Minuten

Especialmente en épocas de acceso restringido al establo debido a medidas de cuarentena, por ejemplo, o cuando el tiempo no invita precisamente a pasar tiempo al aire libre, se observa una y otra vez que muchos jinetes acortan el aseo de sus caballos hasta un grado extremo.

Algunos simplemente repasan la zona de la silla de montar con un cepillo, la silla y la brida rápidamente y listo. Si se habla de esto con los propietarios de caballos, se suele oír “Bueno, de todas formas está limpio” o “Por eso lleva una manta, para no tener que limpiarlo tanto”. Pero limpiar es mucho más que eliminar la suciedad.

El mecanismo de autolimpieza del pelaje

Si observas a los caballos salvajes, a veces se revuelcan en el barro y después parecen “empanados”. Unas horas o un día después, la arena y la suciedad suelen haberse desprendido de nuevo.

El pelaje tiene un mecanismo de autolimpieza en el que el sebo (es decir, la grasa de la piel) producido por las glándulas sebáceas es empujado hacia el exterior a lo largo del pelo, haciendo que éste no sólo repela el agua, sino que también elimina las partículas de suciedad más resistentes. Rodar en la arena también ayuda a limpiar el pelaje, ya que las partículas de arena se frotan sobre el pelaje como arena de fregar y se llevan consigo el sebo y la suciedad.

La arena se retira del pelaje sacudiéndolo y hasta el peor gorrión de tierra desmenuzada vuelve a estar limpio después de secarlo y sacudirlo. Desde este punto de vista, se podría pensar que no hay razón para cepillar a fondo a su caballo, ellos pueden hacerlo bastante bien sin humanos.

Pero eliminar la suciedad es sólo un aspecto de la limpieza de nuestro caballo. Por supuesto, es importante eliminar la arena y la suciedad de la zona del sillín para evitar rozaduras.

Mucho más importante que la limpieza

Pero lo más importante es que, al cepillar, normalmente tocamos todas las partes del cuerpo y pasamos el cepillo por encima, observándolas de cerca. Si hay heridas bajo el pelaje, ahora podemos reconocerlas porque de repente aparecen costras o la sangre o la linfa empapan el pelaje después de cepillarlo, donde antes estaba obviamente seco.

El pelaje afelpado de invierno, en particular, puede ocultar bien las heridas pequeñas y superficiales. También puedo ver cuándo hay hinchazón, lo que puede indicar hematoma o inflamación.

También puedo ver si mi caballo reacciona con dolor, evitación o defensa en un momento determinado. Si cepillo la espalda y el caballo empuja el lomo hacia abajo, entonces tiene dolor de espalda, los músculos están tensos. Es una señal de advertencia que debe seguir un buen terapeuta manual o, si es necesario, hacer revisar la silla de montar. Si ignoras este comportamiento, el caballo acabará cojeando, empujará al jinete o no querrá avanzar.

Ahora también puedo notar una ligera hinchazón en las piernas, por ejemplo después de una lesión por patada o tobillos ligeramente “manchados”, que antes no habría notado. Si de repente a mi caballo le cuesta levantar una pata o se muestra reacio a hacerlo cuando le estoy recortando los cascos, probablemente le duela el lado opuesto y no quiera cargar peso sobre la otra pata.

El dolor no tiene por qué ser tan intenso como para provocar cojera, pero si le quito al caballo su verdadera “pata de pie” porque quiero rasparle la pezuña, de repente tiene que cargar peso sobre la pata dolorida y eso es desagradable para él. Lo demuestra con su falta de voluntad.

Limpieza de cascos en caballos
Los problemas se hacen visibles cuando se limpian los cascos. © Adobe Stock/filmbildfabrik

Si raspo los surcos de la ranilla y de repente mi caballo quiere apartar mi pierna con vehemencia, puede que tenga una candidiasis bucal profunda o un absceso en el casco estúpidamente colocado que no causa cojera pero es doloroso debido a la presión con el escarbador de cascos.

Un aseo minucioso me enseña mucho sobre mi caballo y cómo se siente en su cuerpo. Y, por supuesto, el acicalamiento también es una actividad social: no en vano, los buenos amigos de los caballos se acicalan entre sí.

El cepillado hace que mi caballo se sienta bien y puedo rascarle en lugares que él mismo no puede alcanzar fácilmente. Este “favor” se devuelve con una cooperación motivada (o, a veces, con el deseo de nuestros caballos de empezar a acicalarnos). Esto refuerza el vínculo y consolida la asociación, que es en definitiva la base para divertirse juntos.

Conclusión

Por eso, a pesar de todo el estrés cotidiano, la presión de los plazos y el ritmo frenético que nos acompañan cada día, un cuarto de hora de aseo del caballo es mucho más que una simple limpieza.

Más información sobre este tema en nuestra página temática Piel y pelo o ¿Problemas de pelo, piel o cascos por falta de azufre?